martes, 14 de enero de 2014

CARTA AL DIRECTOR DE LA VEU DEL CARRER

La Avv de Ciutat Meridiana desde el 2011 ha cambiado su rol y ha comenzado a gestionar la pobreza en un barrio con un alto índice de paro y donde se cronifica la pobreza y la marginación.
Comenzamos la tarea con la problemática de la vivienda, y empezamos a parar desalojos de familias que iban a ser desahuciadas por el terrible crimen de haberse quedado en el paro y no poder pagar las cuotas de unas hipotecas de cuantías astronómicas.
Y surgió Villadesahucio, el barrio con más desahucios de España, (soberbiamente ilustrado por Azagra en la imagen del calendario de la FAVB del 2013) y nuestro trabajo continuaba, cada vez más familias venían a solicitar nuestra ayuda, en casos de hipoteca, de alquiler y de ocupaciones de pisos bancos, en un barrio donde los pisos vacíos de bancos se contaban por centenares.
Y sigue la crisis, y como los brotes verdes sólo viajan en bus turístico y no llegan a nuestros barrios, nos encontramos con cada vez más familias que tiene los recursos más mermados y ya no sólo no pueden pagar la hipoteca, sino que no tienen para dar a comer a sus hijos, que nos reportan se desmayan de hambre en las biblioteca, en los colegios. Y creamos en banco de alimentos de emergencia en la propia Avv, al principio de forma esporádica, en condiciones inadecuadas en los barracones provisionales que la Avv disfruta desde hace 18 años y sobre todo porque los Servicios Sociales del barrio colapsados no responden a una avalancha de peticiones de asistencia, llegando a tiempos de espera de varios meses para ser enviados al banco de alimento de Caritas del carrer de la Selva y con colectivos que por sus condiciones de exclusión no pueden optar a estas ayudas.
Y ocupamos servicios sociales y la oficina de habitatge y solicitamos respuestas de una Administración que con sus políticas neoliberales genera una pobreza que se niega a gestionar. Y el ayuntamiento puede vanagloriarse de un superávit  que es fácil de contabilizar, sólo gasta en cosas de ricos: Montmeló, Paseo de Gracia, Diagonal, las Ramblas y el Port de la Barceloneta.
Sin planes públicos de empleo sin políticas públicas de vivienda social, la madre de todas las soluciones para nuestro barrio la encuentra el señor Trias en la creación de un  laboratorio de Inventores del MIT de Massachussets en nuestro barrio que, por desgracia, no destaca en inventores, sino en investigadores cuya tesis radica en saber cómo llegar a final de mes. Y tras varios años intentando de forma infructuosa que nos explicasen de qué iba eso del FABLAB, nos enteramos que el Distrito de Nou Barris no nos lo podía explicar porque ellos tampoco lo habían entendido.    

Y llegamos a un momento en que planteamos que para protestar contra este proyecto irreal y para solicitar el banco de alimentos decidimos ocupar el FABLAB, pensando que estaremos un día  conseguiremos un reunión y algunos acuerdos (como había ocurrido con la okupación del edificio de REGESA), van y unas hora después nos ceden el local hasta que se consiga una nueva ubicación para el banco de alimentos.
Y así estamos, una lucha que ha convertido a Ciutat Meridiana en referencia en el tema de la resistencia contra los desahucios, de la lucha contra el abandono institucional y en la búsqueda de soluciones de autogestión vecinal, que ha llevado al Ajuntament a remodelar su proyecto de FABLAB para incluir escuela de formación ocupacional, a traer el banco de alimentos de nuevo al barrio y verse obligado a plantear una política de choque en Servicios Sociales.
Y  toda esta lucha, ha tenido una repercusión mediática difícil de explicar.. La lista de medios de prensa, audiovisuales nacionales e internacionales es interminable..  documentales, informativos, crónicas periodísticas, desde Australia  y Japón hasta artículos en la Vanguardia, pasando por Moscú, y el colofón en el programa de SALVADOS emitido el pasado 27 de octubre del 2013 o la última entrevista hace unos días para una televisión francesa.   
Todo esto ha llevado nuestro barrio a unas cuotas de popularidad impensables hace unos años convirtiendo nuestra situación y el trabajo de la Avv en el objeto de estudio de antropólogos y sociólogos desde la Universidad de Londres hasta investigadores iraníes.
Y llegamos al excepto.. Pues sí, excepto  LA VEU del CARRER.. La revista de la FAVB, de la entidad que nos representa que no ha considerado oportuno informar sobre lo que está ocurriendo en el barrio de Ciutat Meridiana.
Revista que se define como hecha desde los barrios, parece no incluir en su lista al barrio de Ciutat Meridiana.  El único artículo que habla en con cierta profundidad de una cuestión que afecta a nuestro barrio es el artículo del nº 126, en la página 10: Ciutat Meridiana no serà Massachussets. Un artículo que se centra en la versión del Ajuntament  y que no ofrece una visión de lo que opina la Avv, que cierto valor tiene que tener desde el momento que el Ajuntament nos cede el local.
Y al final, esta dinámica creíamos se podía romper con la presencia de un periodista ( Jesús Martínez) que publica en la Veu del Carrer y que nos viene a hacer una entrevista, redactando un artículo interesante por contenidos y por su gran calidad literaria. (adjuntamos copia del artículo)
Y por esas casualidades de la vida, lo que parecía un acuerdo viable sobre el abandono del FABLAB, que permitiría el inicio de la instalación de la maquinaría para el nuevo centro de formación ocupacional, para llevar el Banco de Alimentos en el nuevo local de la Plaza Roja, se ha ido al traste. El Ajuntament nos ha informado que se niega totalmente a que la Avv pueda gestionar, aunque sea en un corto período de tiempo hasta el inicio de la actividad por parte de Caritas o Cruz Roja, el banco de alimentos.
Ante esa ruptura de palabra, la Avv ha decidido que no se va del FABLAB hasta que se nos permita acceder a este nuevo local, cosa que puede dar lugar al desalojo del Banco de Alimentos.
Que este artículo hubiese aparecido en el número 130 de la Veu del Carrer nos hubiese sido de gran ayuda en la situación complicada que se ha producido en los últimos día. Pero no,  la línea editorial de la Veu del Carrer ha decidido que el artículo no tenía suficiente interés, y que había muchísimas cosas más importantes de las que hablar. Nos informan que quizá aparezca en marzo, el problema es que como están transcurriendo los hechos para esas fechas lo que aparece en el artículo sea ya historia antigua.

Ante esta situación, desde la Avv de Ciutat Meridiana hemos decidido que si la teórica revista que nos representa obvia la información sobre nuestro barrio, no tiene sentido el seguir pagando una cuota para recibirla. El poco dinero que significa esta aportación, aunque reducido, estará mucho mejor dedicado a la compra de alimentos.
Desde la AVV de Ciudad Meridiana nos gustaría saber cuáles son los criterios que ha llevado a los responsables de la Dirección del Carrer a descartar dicho artículo, teniendo en cuenta que la filosofía de la revista del carrer es reflejar la realidad de los barrios de Barcelona, y a día de hoy nuestro barrio ha apoyado la Veu del Carrer  en su financiación mediante la cuota anual de la Favb.

Por favor dennos de baja de la subscripción de la Veu del Carrer.
Atentamente:
Asociación de Vecinos de Ciutat Meridiana

                                                                
En el Banc d’Aliments de Ciutat Meridiana

La casa de los espíritus

Jamás hubiera pensado que el ruido inagotable de los medios de comunicación la podrían afectar de tal manera. Convencida de que su vocación no tenía adeptos en un país de náufragos como ella, que su interés por deshilvanar la prosa oceánica sólo hallaría cobijo en los estantes de la biblioteca de Vallcivera, se quedó sorprendida por las voces que los micrófonos irradiaban. Percibió el eco de la gesta de las combinaciones poéticas en Las uvas y el viento, la canción politizada que Pablo Neruda escribió para glorificar la Revolución de Cuba. Escuchando el parte en la radio, sintió el escalofrío de los octosílabos en frases como: “Nuestra lucha colectiva”, que redundaba tanto en el nosotros, que al final todos nosotros nos olvidamos de nosotros mismos. Ndrin Lea (Dibo, Costa de Marfil, 1977), vecina de la calle Les Agudes, participa en las tareas de reparto de comida del Bancd’Alimentsokupado,el pasado 14 de agosto del 2013, por la Associació de Veïns de Ciutat Meridiana.
Hace cuatro años que Ndrin, con el pelo a lo garçon, llegó del África septentrional, con los granos del desierto cubriéndole los pies y con el sonajero de su perseverancia que no le dejaba descansar, más atada a sus compromisos de mujer independiente que a los propósitos de un mundo que comenzaba a cerrarle puertas. Licenciada en Filología Hispánica por la Universitat de Barcelona, Ndrin Lea se embarcó en otra odisea tan voluminosa como la inmigración: decidió hacer el doctorado en literatura latinoamericana, para lo cual aprendió a cultivar el idioma castellano con la prosodia de los capitanes extremeños en el continente andino, con la laxitud de un vocabulario que apreciaba por sus jotas y sus juanetes. Y con la nobleza de un espíritu consagrado a las letras del existencialista Juan Carlos Onetti(La cara de la desgracia), de la maestra  Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga(Desolación) y de la cuentista de sangre ardiente Isabel Allende (La casa de los espíritus).
A todo eso, y emperifollada de refranes que su francés natal no conseguía traducir con el mismo sentimiento con el que eran dichos (“tanto va el cántaro a la fuente…”), Ndrin dio a luz a Ángel Simeo, sanísimo varón de labios hinchados de tanto morder las cosas que ve. Como un apelativo cariñoso, su madre le llama Xavi, por el jugador del Futbol Club Barcelona.
Y con Simeo a cuestas, con el que carga a la espalda como un fardo o una estola de piel, Ndrin se lanzó a buscar trabajo. De las crónicas de indias, de los avatares de la familia de Macondo y de las empalizadas verbales que Cabrera Infante levantó con su triple te (Tres tristes tigres), no se podía comer, pese a que su hijo Ángel, Xavi, sí saboreara la escritura, por los tarazones en las conteras de los libros de prestado.
Así se encontraba la bella Ndrin, afrutados los ojos y con una mirada felina y exótica, cuando el inagotable ruido de la parrilla radiofónica le dio a conocer lo que le habría de dar alas con las que no desfallecer: en agosto, los vecinos forzaron la puerta de un “engendro” municipal para la creación de empresas (“tipo Barcelona Activa”, dirían unos; “un laboratorio de ideas”, dirían otros; “ateneo de fabricación digital”, dirían acullá), que por nombre FabLab(FabricationLaboratory) se estaba instalando en los bajos de la escuela Sant Joan de la Creu, en la avenida Rasos de Peguera, 232.
Y allí, en una sala adaptada para personas con minusvalía, contra la pared, se atocharon cajas de alimentos con los que calmar el hambre de las barriadas limítrofes (Vallbona y Torre Baró).
Decidida a no ser una más en el listado de las ayudas oficiales, decidida a cargar con la responsabilidad de la“lucha colectiva”, que había escuchado de uno de los ciudadanos, y decidida a llenar el carro de la compra con los productos que escaseaban en su casa, Ndrin Lea, con un ajuar de estrofas mágicas como única dote, se acercó al Bancd’Aliments recién creado.
La pancarta “Por un barrio solidario” se había colgado sobre su cabeza, como una ofrenda a alguna divinidad ideológicamente pura. Aquel sábado por la tarde, la puerta estaba cerrada con llave.
Con la mochila ergonómica portabebés, en el que llevaba a Ángel, de 17 meses, dio unos pasos hasta el córner del campo de fútbol que comparten el Club Esportiu Unificat Ciutat Meridiana, el Club Esportiu Canyelles y el Racing Vallbona Club de Futbol.
No se pidió nada en el bar La Mery, un contenedor portuario adaptado para servir cafés. En el umbral de la puerta de chapa se refugió mientras esperaba el milagro de los panes y los peces, que ella hacía suyo como cualquier rito animista o como cualquier sura coránica que la pudieran alimentar con algo que le llenara el estómago además del alma.
Otras señoras se iban congregando en la berma del edificio de Rasos de Peguera, con sus carros de la compra vacíos, ligeros, livianos.
Entra ellas, Silvia Pedrosa (Barcelona, 1974), de pelo trigueño, con unos mechones verduzcos e ingobernables como rayos de sol trenzados. “Cobro 400 euros del Pirmi [Programa Interdepartamental de la Renda Mínima d'Inserció de Catalunya], y con eso he de pagar la luz, el agua, el gas… y el alquiler. No me da. Pero gracias que puedo pagar el techo, gracias a Dios que no estoy afectada por la hipoteca. Hasta ahora, y aunque tengo más de quince años cotizados, estaba a cero, no entraba nada de dinero en casa. Cuando digo cero, es cero”, respondía Silvia, con el hálito de su queja soplando por la encrucijada de cerros y riscos de Ciutat Meridiana, inabarcable, indescifrable, inentendible para el Govern conservador de la Plaça de Sant Jaume, con sus salones de gobelinos poblado de fifiriches cargos públicos. “Es la primera vez que vengo al banco de alimentos. Y me gusta que se hagan cosas así, por eso he empezado a colaborar en la Asociación de Vecinos. Somos un equipo, un equipo que se ayuda en todos los aspectos.”
A Silvia Pedrosa, henchida por la idea de justicia, la partía en dos la espada de los miserables de Victor Hugo. Junto a ella, esperaba en la puerta del Bancd’Aliments Amalia Seco (Sevilla, 1953), tan silenciosa como una caléndula en el fragor del invierno, y que masticaba un chicle sin saliva. Desde 1971 reside en Barcelona, donde ha criado a sus dos hijos. “Yo he trabajado de limpieza toda mi vida, haciendo horas en casas particulares, con contrato en algunos casos, pero ahora no encuentro na de na”, rezongaba, con la coletilla del “pues, sí” anudada a las cuerdas vocales. “Pues, sí, no encuentro nada. Dos veces fui a la Iglesia, pero ya han dejado de repartir comida en la parroquia de SantBernart de Claravall. Y si no es por ellos [por la AVV Ciutat Meridiana], pues, sí, no sé, no sé.”
A los diez minutos, Manuel Cubero (Barcelona, 1967), con un manojo de llaves, bajaba la rampa que da acceso a la planta donde tenían que instalarse los ordenadores del FabLav.
Adentro, al fondo, en el espacio de una cancha de tenis, sobre el suelo pulido, apegados a la pared maestra, cajas de frutas y verduras de la cooperativa Gregal, de la españa en minúsculas con la que la Generalitat de Catalunya quiere romper: tomates de Almonte (Huelva), batatas de Cádiz, pimientos de Málaga, berenjenas de Almería y plátanos de Canarias.
“Este jueves pasado, a las siete y media de la tarde, un amigo de un amigo me llamó desde Mercabarna por si queríamos ir a recoger estas cajas; lo que sobraba de unos palés. Nos vimos locos para conseguir una furgoneta, desesperados. Ayer, el Día de Todos los Santos, fuimos a recoger la mercancía que ya hemos empezado a repartir”, explicaba Filiberto Bravo (Almoharín, Cáceres, 1952), con la perilla de uno de los espadachines de El caballero de Olmedo, y con la sangre fresca de la juventud tardía que aún le riega de quimeras el cerebro.
Frente a las cajas Gregal, en la pared meridiana, de ladrillos rojos, paquetes de harina, de arroz y de lentejas (marcas Dacsa y Oromas). Y de queso fundido graso.
Los paquetes llevan una marca que recuerda las hambrunas en la Etiopía seca que dio la vuelta al mundo con el We are theworldde Michael Jackson y su séquito de celebridades.
Esta es la etiqueta, de color azul: “Plan 2013 de ayuda alimentaria a las personas más necesitadas de la Unión Europea. Productos gratuitos. Prohibida su venta”. Al lado de la bandera con las 12 estrellas de la Unión, la firma: “Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente. Fondo Español de Garantía Agraria”. Y debajo, bien visible: “consumir preferentemente antes del 5/05/2014. Lote 125”.
En un mueble de caoba, la ficha fotocopiada que se ha de rellenar antes de salir, con pegatinas del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional de El Salvador (“La seva lluita és nostra”).
En el margen derecho de esta ficha se ha de anotar la cantidad de alimentos entregados: “Alimentos entregados: legumbre cocida, azúcar, harina de trigo, arroz, tomate, conservas de atún, conservas de sardina, pasta, galletas, yogures, leche, aceite de girasol, zumo, cereales, fruta y verdura fresca”.
Arrimada a una de las columnas que como pilones soportan la estructura, una nevera de gama blanca, vacía. Al otro lado, dos bombonas de butano. Y en un rincón, las pancartas de la “lucha colectiva”, enrolladas y deslucidas. Algunas yacen sobre un par de colchones y sobre las tablas de madera de una cama desarmada.
Lloraba. El pequeño mediocentro, Xavi, lloraba desconsoladamente porque había mordisqueado el jersey de lana, y los dientecitos se le habían quedado atrapados en el tejido de mala calidad de los bazares chinos.
Aceite, arroz, cereales y leche. Ndrin Lea llenó su carro con el aceite de los olivos, con el arroz blanco como la arena tostada del desierto, cuando uno se detiene para pasarlos por el cedazo. Y lo llenó con los cereales sabatinos y con la leche para los dientes de su bebé: “Sobre todo, lo que busco es leche”.
Los lunes por la mañana, durante una hora, la africana Ndrin Lea ayuda en el Bancd’Aliments. Después, echa a andar, buscando trabajo.
A la espera de leer su tesis, ha hallado en Ciutat Meridiana el sentido último de los versos nerudianos: “Todos tenían boca. / Cantaban hacia la primavera. / Todos”. 

*

DESPIECE
Los 300
La AVV de Ciutat Meridiana (Rasos de Peguera, 210) es un barracón pintado con las figuras de los incorregibles niños de South Park (Stan, Kyle, Cartman y Kenny). En sus cabezas, el término lost (fracasado).
En el tablón de anuncios, información contra los desahucios y contra la perversión de la crisis económica y financiera alentada por la troika (Banco Central Europeo, Comisión Europea y Fondo Monetario Internacional). En otras palabras, la crisis-estafa: “Yo soy el banquero, te doy casa y dinero, pero si no me lo devuelves, lo que pasa es que te quedas en la calle a dormir en mi cajero”. 
Y en el tablón, las convocatorias asamblearias: “Tu situación comienza a ser desesperada, pero no quieres ser desahuciado como ya ha pasado con los otros 300 en el barrio. ¡Defiéndete!”.
Delante de la AVV, el acueducto de Ciutat Meridiana, del siglo XIX. Los amantes de la escalada le han echado el ojo.
Delante de la AVV, una papelera con este cartel: “Las papeleras no son para recoger las bolsas de basura. Lleva la basura a los contenedores. Por un barrio limpio. Todos somos vecinos y, entre todos, hemos de construir un barrio mejor”.
Dentro de la papelera, una bolsa de basura.
Delante de la AVV, la señal que indica la proximidad de Mercadona, “supermercat de confiança”.
Delante de la AVV, la parada de autobús 140. En la marquesina, el cartel de la película Don Jon (Joseph Gordon-Levitt, 2013). Y este subtítulo: “Todos queremos un final feliz”.
Ciutat Meridiana es el fundo barcelonés con más desalojos de España.
En estas Termópilas barcelonesa, a las trescientas personas a quienes les han quitado el piso las socorren dos hombres “radicales”: Manuel Cubero, El Cubi, arqueólogo, que aplica la informática en los dibujos de cerámica de las excavaciones de las villas romanas, y Filiberto Bravo, Fili, que en 1967 llegó a una Barcelona gris y achacosa en la que empezó a trabajar como cortador textil.
Normalmente, ellos dos no se reúnen en la asociación, sino en el bar El Jardí, a 50 metros, en uno de los terraplenes escalonados a los que da origen la vertiente jalonada de aportillados bloques de cemento, pobres, desconchados y a los que les falta una mano de pintura.
El 14 de agosto del 2013, media hora antes de okupar el futuro FabLab, se estaban tomando una Estrella Galicia en El Jardí. “Necesitábamos un local para dejar los alimentos. Veíamos la problemática del barrio: muchos pierden la ayuda, pierden los servicios básicos, pierden la vivienda, lo pierden todo, y no tienen ni para comer. Les decimos: ‘Primero, come; luego, si puedes, pagas la hipoteca’”, inquiere Fili, anarco de primera hora, a quien no le importa codearse con las monjitas en esta ardua tarea, apelmazado por las viejas fraternidades, y que siente simpatía por Juan Manuel Sánchez Gordillo, alcalde de Marinaleda (Sevilla). “Los servicios sociales no daban la atención debida, no daban una respuesta correcta. Teníamos que hacer algo. Mismamente, compramos alimentos básicos para frenar la emergencia; nos ayudó mucho la comisión de cocina del 15 M [movimiento de indignados, por el 15 de mayo del 2011]. Teníamos hambrientos, pero no teníamos local. Y era una anomalía, una incongruencia. Se estaba construyendo esta cosa, esta especie de laboratorio de no se sabe qué, que es todo un sainete, que ni Valle-Inclán lo hubiera escrito. Y el dinero que se estaban gastando rondaba ya los dos millones de euros. Así que decidimos entrar en el recinto. Pero no hicimos daño, no nos convenía hacerlo. Trajimos compañeros especializados en abrir puertas, así que no destrozamos nada. Luego, entre todos, con los más activos, formamos una cadena humana y trasladamos los paquetes de comida desde la Asociación.”
Filiberto es el presidente de la AAV Ciutat Meridiana, en la que entró a formar parte en 1974.
Como fiel escudero, le secunda Manuel Cubero, que posee su propia empresa de diseño gráfico: ByCubi (www.bycubi.net). Desafiante, carismático, abotagado por el momento histórico que le ha tocado vivir: “Okupamos la sede de Regesa [según su web, como objetivo tienen “mejorar las condiciones de vida de la ciudadanía”] para protestar por la falta de alquileres sociales. En el tema de la vivienda, nos juntamos con el colectivo 500x20 [“lloguer 100% públic i assequible”], de NouBarris, y con la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, de Ada Colau, que nos ha servido de paraguas. Con esta experiencia, focalizamos un problema y lo hicimos visible. Y el problema es el de la desnutrición en muchas casas. Hicimos un estudio que así lo demuestra. Por eso no nos costó mucho okupar el BancAliments. Pero digo mal, porque a las pocas horas nos llamaron del Ajuntament para cedernos el espacio”, relata El Cubi, que hace cuatro años entró en la asociación, dispuesto a echarse la manta a la cabeza contra la pobreza, que parece que es imparable. “Ahora tenemos 535 familias apuntadas para recibir alimentos, muchas de ellas inmigrantes y que no tienen qué comer. Yo lo llamo la politización de los excluidos.”
Observador como un ornitólogo, El Cubi trabaja con la mirada aviesa, con la ceja fruncida, alerta por las fintas del lenguaje neoliberal que se cuela en los breves de los diarios: “Yo llamo esta época el neodespotismo ilustrado convergente. Bueno, lo de ilustrado habría que discutirlo. Y lo llamo neofeudalismo corporativo. A quienes creen que han errado en la vida les convencemos de que la culpa no es de ellos, sino del sistema, que no chuta. Y lo llamo la lobotomización de la gente, que dejó de participar y de primar la integración, enchufada a la tele ante un partido de fútbol. Y hemos hecho añicos el discurso de la Barcelona del superávit, la Barcelona que tiene tanto dinero que no sabe qué hacer con él”.
Gestionan la pobreza sin ser su función. La que ha de encargarse de ello, la Administración, hace dejadez de funciones. Así que la AVV de Ciutat Meridiana, en este mundo kafkiano, está supliendo el Estado.
“En todo el mundo saben lo que hemos hecho”, apela.
“Estamos tejiendo redes de autogestión”, comprueba Filiberto Bravo, Fili, de la generación de los grupúsculos de izquierda.
Y Manuel Cubero, El Cubi, de la generación de los hobbits, agrega, entusiasmado a la vez que colérico: “Somos como los Nazgûl de El señor de los anillos, de Tolkien: invisibles”.
Jesús Martínez

*

Dato I
Según fuentes municipales, el futuro Bancd’Aliments de Ciutat Meridiana estará listo en el primer trimestre del 2014. Su ubicación, un bajo de la Plaça Roja. Anteriormente, había sido una oficina de Caja Madrid.

Dato II
Las parroquias del distrito de NouBarris, las que cubren la demarcación (Sant Josep Obrer, Santa Eulàlia, SantMateu…), se han coordinado para repartir alimentos. En el local de la calle Selva, 55, cerca de la plaza Sóller, ofrecen alimentos mediante un sistema de puntos, similar al de las cartillas de racionamiento de la posguerra española.





 


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